Acerca de este negocio
Y lo que aprendí cuando hacía pan de masa madre
Lo que te voy a contar quizá sea lo más importante de este sitio.
Y no lo digo solo porque es un pedazo significativo de mi historia, sino porque gracias a esa historia, mi manera de pensar y de vincularme con esta industria de la investigación de mercados, cambió para siempre.
Yo llevaba poco más de 20 años dedicado a la investigación de mercados, y bastante habituado a la manera en que se hacían las cosas en esta “industria”.
Hasta que…
Era 18 de marzo de 2020, yo en la sala de estar, de pie frente al televisor.
Noticia de última hora: se declara estado de excepción.
Se oye cuarentena, pandemia, “distancia social”, aforos, toque de queda… Bla bla, bla bla.
Y yo pensando “Puta madre, ¡se pudrió todo!”.
Si desde octubre de 2019 todo venía enrarecido con el “estallido social”, ahora aparecía la cereza en el pastel: el encierro.
Y así fue.
A la semana de ese anuncio, todo lo que estaba comprometido, o medianamente comprometido, se fue derecho a la papelera.
Era julio o agosto. Estoy hablando de esto con uno de mis hermanos, y me dice.
– Oye, y ¿por qué no vendes pan? Si es por mientras, esto va a pasar en algún momento.
Y claro, entre varias cosas que sabía hacer, pan de masa madre era una de ellas.
Pero ni idea tenía de cómo armar un negocio de eso, así que no voy a decir, “y comencé a darle vueltas al asunto”.
Mentira, ni lo pesqué.
Pero al poco tiempo, sí. Lo tuve que hacer.
Le empecé a dar vueltas.
Muchas vueltas en realidad, porque en mi cabeza ¡se trataba de cambiar completamente de vida!
Llevaba más de 20 años dedicado a la investigación de mercados, y ahora… ¿iba a ser panadero?
Conversé con mi pareja y la idea no solo le parecía conveniente; estaba convencida que sería algo bueno.
“Hagámoslo”.
Así que puse pausa a los estudios de mercados.
A hacer pan, y rápido.
Busqué toda la información que pude y me informé de lo que podía y no podía hacer en el lugar donde vivía.
Noviembre del 2020 aún no terminaba, pero ya había comprado:
Un horno, muebles, refrigerador, balanza, depósitos gastronómicos, y uno que otro etc.
Mi pareja, ahora también era mi socia.
Estábamos listos y dispuestos.
Partimos.
"¡De aquí nacerá un imperio!"


Estoy obligado a resumir cómo arrancó el «boliche», porque contarte las 500 anécdotas que pasaron, es demasiado.
Porque hubo de todo.
A veces pensaba que me iba a explotar la cabeza, porque no sé si lo sepas, pero hacer pan de masa madre, es el equivalente a trabajar repostería: son mil y un detalles.
Súmale a eso el tener que aprender a usar instrumental que nada tiene que ver con lo que tienes en la cocina; porque hacer pan para tu casa es una cosa, y hacer pan en máquinas semi industriales, es otra bien distinta.
Más de alguna vez la frustración atacó y me dejó pensando “la cagué, ¿por qué me metí en esto?”
Por suerte el estrés se aplacaba con risas. Es verdad que no lo pasamos muy bien al principio, pero también nos reímos mucho. Especialmente en el proceso de “desarrollo de producto”.
Salió de todo, y les poníamos nombres.
Hubo panes Jorobado, Ballena, Barricada, y otras categorías más que llamaremos “accidentales”.
Una en particular a la que le tuve particular cariño fueron las “Frankiketas”. Que fueron un tipo de marraquetas, pero en versión Frankenstein (si estás pensando en algo deforme, vas bien).
Quizás algún día cuente más.
Con harto esfuerzo y ganas, el ajuste de lo que debería ser un negocio rentable, fue más o menos breve.
Trabajamos tres meses como chinos y con horarios absurdos.
Al cuarto mes, sin embargo, ya teníamos bien claro el tipo de producto que queríamos vender.
El cliente al que queríamos llegar, como lo íbamos a vender.
Y lo más importante, cómo sería el método de trabajo.
Después de eso, el negocio no camino paso a paso.
Más bien fue pasito a salto… y luego salto largo, y ya después salto triple.
Estaba sorprendido. No lo podía creer.
Nos comenzó a ir muy bien.
Esto de hacer pan tiraba pinta de que podía convertirse en algo importante.
Medio en serio, medio en broma, le decía a mi pareja-socia «¡De aquí nacerá un imperio!» nos reíamos…
Estábamos contentos.
Así que luego de casi un año vendiendo un producto de muy buena calidad, empezamos a soñar.
Nos planteamos una meta: “vamos a crecer, y nuestro modelo de negocio será este”.
Diseñamos objetivos y una estrategia para lograrlos.
Nos fuimos de donde vivíamos buscando un lugar más espacioso, y varias otras decisiones importantes entremedio.
Y a seguir trabajando.
La realidad es dura...
No te voy a confundir, así que te lo cuento al tiro.
Si estás pensando en la típica historia de éxito, no.
No fue así.
El cambio de casa significó problemas, complejidades y costos no previstos, y además se nos aparecieron obstáculos difíciles de resolver de forma rápida.
Fue ahí que nos dimos cuenta que el tiempo nos comenzó a jugar en contra.
Mientras más acelerado era el retorno a la normalidad, menos tiempo quedaba para llegar a meta que nos pusimos.
Trabajamos casi sin descanso, y con hartas ganas, pero no hubo caso. Simplemente no llegamos.
El proyecto que tanto ilusionó no pudo más, y cerró a comienzos de 2024.
Ya, ¿y?
Cierto, ¿qué tiene que ver esto, con ofrecer servicios a las empresas?
Y la verdad es que mucho.
Todo en realidad.
Quizás pudimos habernos planteado metas distintas.
Un modelo de negocio diferente.
Haber hecho ajustes a los objetivos, o tratar con otras estrategias.
Y sé que esto que voy a decir es un cliché, pero lo es porque también es cierto:
Cuando eres presentador, malabarista, contorsionista, domador de leones y vendedor de palomitas, simplemente no hay tiempo.
Y peor aún, si solo tienes de indicador las ventas, no tienes nada.
No tienes idea de lo que funciona, o no funciona.
Ni el por qué, ni el cuándo, ni dónde, ni con quiénes. Nada. Por más que se trató de darle sentido a los números, no hubo manera de encontrar un patrón que funcionara.
«¿Esto tendrá que ver solo con mi producto?» me preguntaba todos los meses. Hablaba con locales que eran clientes nuestros, y estaban en las mismas: después de que ocurrió la pandemia, la forma del consumo dejó de tener sentido…
No teníamos manera de explicarnos cómo enfrentar la crisis del negocio post pandemia, o entender que opciones teníamos.
Nos hubiera gustado tener claro el camino a seguir.
Le habíamos tomado cariño a esto de hacer pan, y el nuestro era ¡simplemente espectacular!
Y ahora dirás “ah ya entiendo, esto va de la importancia de contar con datos”.
Pues no. No va de eso.
Y ojo, que tener los datos correctos es importante.
Va de algo que es mucho más importante que los datos.
Y quiero insistir.
MUCHO MÁS IMPORTANTE QUE LOS DATOS…
Es poder interpretar los datos.
Entenderlos, no.
Interpretarlos, sí.
Hacer algo concreto con los datos, también.
Porque el dato solo simple, sin más, es nada.
«Ya dejen de hinchar la pelotas con los datos. Los datos no mandan. Interpretarlos bien, sí».
No lo dijo, pero lo pensó, David Ogilvy.
Los datos hay que cuestionarlos, y estrujarlos hasta que den agua.
Darles sentido, inspirarse en ellos y crear guías que marquen la ruta.
Esa es la clave.
Crear guías a partir de datos. Guías con sentido, con dirección, con intención.
Nosotros no las tuvimos y lo pagamos caro. Sabemos lo que duele avanzar sin un mapa.
Hacemos, lo que hacemos.
Si eres el dueño de tu negocio.
O eres el encargado de la marca.
O tu pega consiste en lograr que otros compren lo que tu empresa ofrece, no te voy a decir cuánto aprecio lo que haces, porque no te conozco de nada.
Pero sí te puedo decir – y con propiedad – que te entiendo.
Sé lo que es estar ciego, sordo, mudo, o todo al mismo tiempo.
Te entiendo.
Y porque te entiendo, no te voy a decir “vamos a conectar con tu audiencia”.
Para luego llevarte un ladrillo de 80, 100, o 200 láminas y mostrarte – como si no tuvieras ojos.
Que en las barras grandes dice “X%”, y en las pequeñas dice “y%”
Y que, por tanto.
Y, en conclusión.
Y, en síntesis.
Descubrimos que hay más de esto, y poco de esto otro.
Es un sin sentido repetirte lo que tú mismo pudiste leer, y además es dolorosamente aburrido.
No ayuda en nada, y este negocio se trata de ayudar a vender.
¿Qué te prometo?
Te prometo un traje a la medida.
Hecho con datos que te darán respuestas, te harán sentido, y nos permitirán crear guías que marcarán tu ruta.
Porque de la historia aprendí, y por ella empatizo.
Ese es EL compromiso.
Roberto Orellana, fundador.
📅 Agenda una reunión. Te contaremos cómo sería ese traje. Y si no es lo que buscas, al menos te llevarás claridad.